Por Caroline Gibu, directora ejecutiva de Ciudadanos al Día y miembro del colectivo #SoyNIkkei
En el año 2021, cuando nuestro país conmemore 200 años de vida republicana, las comunidades tusán –descendientes de chinos– y nikkei –descendientes de japoneses– celebrarán, respectivamente, 172 y 122 años de la venida de sus primeros migrantes al Perú. Por tanto, la historia peruana se nutre también de la contribución de estas dos comunidades a la construcción del sueño republicano de un país moderno y de oportunidades para todos.
Y, si bien, en diversos espacios públicos se han divulgado aspectos históricos de ambas migraciones, y se destaca el aporte colectivo e individual de representantes de las comunidades tusán y nikkei a las artes, la literatura, la economía, las ciencias y, por supuesto, a la gastronomía, quizás de lo que se habla poco es de los estereotipos y prejuicios que persisten y que evitan, en algunos casos, que se les trate con respeto.
Es lo que yo llamo “una mirada sutil” al problema; pues, justamente, son los ojos y la forma en que hemos aprendido a mirarnos los peruanos, en función del aspecto físico, lo que dispara el estereotipo, el prejuicio y, a veces, el insulto hacia los asiático peruanos. Situaciones que se han normalizado en nuestra sociedad y que se refuerzan a través de los medios de comunicación y las redes sociales.
Por ello, y a modo de inicio de una conversación que debe ser cada vez más consciente y plural, comparto cinco situaciones para reflexionar, a partir de los derechos fundamentales establecidos en nuestra Constitución.
- ¿Por qué tus ojos son así? El aspecto físico y el derecho a no ser discriminado
Una vez, jugando en el parque con mi hija que, en ese tiempo, tenía 5 o 6 años, se le acercó un niño y le dijo: “¿por qué tus ojos son así?”, jalándose sus propios ojos con los dedos. Esa situación me hizo recordar las veces en que, a mí misma de niña, me habían preguntado si “veía bien con mis ojos”, si “veía diferente”, o las veces en que algún niño, queriendo burlarse, me gritaba en la calle “china cochina” y hacía el mismo gesto de jalarse los ojos.
Los asiático descendientes somos una minoría en la población peruana y, a pesar de estos más de 100 años de convivencia, nuestros ojos siguen llamando la atención. En el inconsciente de muchas personas seguimos siendo extranjeros; recibimos la etiqueta de “chinos” a pesar de que tenemos la nacionalidad peruana desde hace más de cinco generaciones y de que la comunidad asiático descendiente puede ser diversa en origen (china, japonesa o coreana); esa etiqueta está asociada a nuestro aspecto físico.
El denominar “chino” o “china” a alguien se ha normalizado en nuestra sociedad y es, incluso, una expresión utilizada con cariño en entornos familiares y amicales; pero es un arma de doble filo, pues puede llevar también a la broma, el insulto y la discriminación. Y, sobre todo, es una etiqueta impuesta, que impide que la persona asiático descendiente pueda manifestar su propia identidad.
El artículo 2 de la Constitución nos indica que toda persona tiene derecho a su identidad y a no ser discriminado por raza u origen. Además, nos indica que tenemos derecho al honor y a la reputación. El aspecto físico no debe ser utilizado para calificar o descalificar a una persona, y eso es lo que tenemos que aprender y enseñar.
“¿Sabes por qué nuestros ojos son así?”, le dije al niño, “porque somos peruanas nikkei, somos descendientes de japoneses nacidos en el Perú. Hace mucho, pero mucho tiempo, nuestros abuelos vinieron a vivir aquí, vinieron por barco desde Japón, en un viaje que duró muchísimo, y una de las cosas que heredamos de ellos es la forma de nuestros ojos. Que miran como los tuyos, solo que tienen una forma diferente. Como esas flores: tienes rosas y tienes margaritas, pero todas son flores.
- ¿Sabes cuál es el peor jugador de fútbol de Japón? El nombre y el derecho a la identidad
“¿Ustedes saben cuál es el peor jugador de futbol en Japón? Nikito Nitapo. Eso es un chiste…”. Así empezaba la publicidad en un diario a página completa. Me hizo recordar las veces en que, en los programas cómicos y de otra índole, se hacen bromas como: “¿Sabes cómo le ponen nombre a un niño en China? Tiran una lata por la escalera y ‘tin tan pun’” o “¿sabes cómo se llama el ministro de Economía de Japón? Tekito Todito”. Cuando leí en las redes los comentarios a esta publicidad, vi mucha indignación, pero también comentarios de personas que no entendían qué era lo que estaba mal en la publicidad.
Cuando los primeros migrantes chinos y japoneses llegaron al Perú, trajeron consigo sus nombres, apellidos e idioma, que eran ininteligibles para los peruanos que utilizaban el idioma castellano. Puedo imaginarme cuán difícil fue al principio la comunicación entre todos. Con el paso del tiempo, los apellidos fueron adaptados al alfabeto castellano, y tanto migrantes como descendientes adoptaron nombres populares entre los peruanos para facilitar la comunicación y así, de manera consciente o inconsciente, asegurar su permanencia en estas tierras. Algunos migrantes cambiaron sus nombres al ser bautizados como católicos y, en otros casos, los nombres fueron impuestos por el contratista que tramitó su venida al Perú.
En nuestro país, las bromas utilizando juegos de palabras sobre los nombres y apellidos suelen ser comunes y objeto de risas. Más aun, si estos nombres y apellidos no son comunes o tienen base en otro idioma. Crear nuevos nombres y apellidos que suenen a otro idioma también es parte del juego. Y, si bien podemos pensar que esas bromas nos permiten tener un momento de distracción, perpetúan una forma de risa que se vuelve irrespetuosa: reírte del otro y no junto con el otro; reírte de quien consideras que es diferente a ti.
El derecho a la identidad, establecido en la Constitución, incluye el derecho al nombre, que se instituye en el documento de identidad, necesario para acceder a otros derechos como la salud o la educación. El nombre y el apellido son parte de quienes somos. Reflejan tradiciones, recuerdos de familia, referencias a la religión o un hecho importante y, en el caso de los asiático descendientes, el origen de una migración.
“¿Qué está mal de la publicidad sobre el peor jugador de futbol?”, empecé explicando a mis colegas en una reunión virtual. “En un país como el nuestro, en donde el racismo es fuente de muchas bromas, quiero que te imagines un partido de fútbol en el parque donde un niño o niña asiático descendiente, con poca habilidad, pierda una jugada. ¿Qué pueden decirle otros niños? “Allí está Nikito Nitapo”… Y sus padres pensarán que no es nada malo porque una publicidad a página completa les dice que es una broma.
- ¿Por qué hablas así? El derecho al idioma y la discriminación lingüística
Hace algún tiempo, me tocó ir a una entrevista radial para hablar sobre gestión pública y calidad en el servicio al ciudadano. Casi al final de la entrevista, el entrevistador me preguntó si tenía ascendencia japonesa. Yo empezaba a contarle sobre qué era ser peruana nikkei cuando, en la cabina, no tuvieron mejor idea que poner música japonesa y el entrevistador empezó a hablarme con esa forma particular en la que hablaban en castellano los primeros migrantes japoneses, con dificultad para pronunciar ciertas letras como la “rr” o la “l”, que no existen en su lengua materna. Era lo que había visto tantas veces en los programas cómicos de la televisión cuando caricaturizaban a los japoneses. Sin que pudiera reaccionar, terminó la entrevista, porque en la radio nunca hay tiempo para más.
En nuestro país, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el idioma más extendido en nuestro país es el castellano (82% de la población, según censo de 2017), seguido por el quechua (13%), el aimara (1,7%) y otras lenguas nativas (0,8%). Y, si bien el castellano es la lengua más extendida, somos conscientes de que, en los diversos territorios que conforman nuestro país, existen formas diversas y acentos con los que se habla este idioma.
Así como para las poblaciones de lenguas originarias y nativas en nuestro país, para los migrantes de origen chino y japonés, aprender el castellano significó no solo aprender nuevas palabras, sino una nueva fonética y pronunciación que no existía en su idioma de origen. Y en la comunidad asiático descendiente es común la combinación de idiomas: se utilizan palabras en castellano y en chino o japonés en una misma frase.
La Constitución reconoce el derecho a no ser discriminado por el idioma. La discriminación lingüística se produce cuando a una persona se le excluye, se le trata con inferioridad o se le relegan derechos, incluyendo los derechos al honor y reputación, por su idioma o lengua o las formas particulares como utiliza el idioma.
Luego de la entrevista, mientras iba caminando, recordé a mi abuela y las veces en que me decía “gambatte, gambatte” para animarme, y pensé en lo mucho que debo hacer para educar sobre lo que significa ser nikkei en el Perú.
- “Se puso el kimono…”. El derecho a la cultura y las falsas etiquetas
Una vez leí un artículo de opinión en un diario que hablaba sobre el presidente Vizcarra y cómo sus allegados “se habían puesto el kimono”, dando a entender una forma de sumisión. Este artículo me llevó inmediatamente a la forma como son representados los asiático descendientes en muchos programas cómicos, lo que en Estados Unidos se llama yellow face: una forma inapropiada de caricaturizar a una persona, vistiéndola con trajes semejantes a los tradicionales utilizados en los países del Asia, con los ojos exageradamente pintados para hacerlos excesivamente rasgados, y asignándole todo tipo de estereotipos en la forma de pensar, hablar y comportarse.
En nuestro país, las diversas organizaciones culturales peruano chinas y peruano japonesas constantemente realizan actividades para difundir las culturas china y japonesa en nuestro país. Pero, además, con el paso de los años, también han desarrollado esfuerzos para difundir las nuevas formas culturales que surgen como producto de la migración y el mestizaje. Las culturas tusán y nikkei expresan la fusión de las tradiciones asiáticas y peruanas.
Con todo, los sesgos inconscientes, los estereotipos y los prejuicios alimentados por los medios de comunicación y la publicidad llevan a pensar que pertenecer a una etnia implica necesariamente una cierta actividad económica (“la bodega del chino de la esquina”, “tiene chifa o hace sushi”), una profesión o aptitud académica (“debe ser experto en tecnología”, “todos los chinos son bien chancones”) o ciertos gustos musicales (“seguro le gusta el j-pop o BTS”).
Nuestra Constitución reconoce el derecho a la identidad étnica y cultural y reconoce la pluralidad étnica y cultural en nuestro territorio. Por tanto, las manifestaciones culturales en todas sus formas deben dejar de ser objeto de burla y aceptarse como una muestra de nuestra diversidad.
Un kimono, para mí, representa una vestimenta que utilizó alguna vez mi abuela más querida: una persona fuerte, carismática y dulce, pero resiliente, que educó a sus 12 hijos en un país cuyo idioma no conocía. Ese kimono es parte de mi identidad.
- “Yo soy…”. La autoidentificación étnica
A veces, cuando voy por la calle con mi hija pequeña, no falta alguna persona que le dice “qué linda chinita”. Usualmente me detengo y le digo a la persona “hola, te enseño una nueva palabra: ‘nikkei’, que significa descendiente de japonés nacido fuera del Japón. Y yo soy peruana nikkei, descendiente de japoneses nacida en el Perú”.
El censo de 2017 trajo consigo una pregunta de autoidentificación étnica que hace referencia al autorreconocimiento de una persona como parte de un grupo étnico en específico.
La autoidentificación étnica se define por: antepasados (todos aquellos ascendientes más o menos lejanos de una persona o un conjunto de personas con un vínculo consanguíneo o no. Por ejemplo: padres, abuelos, etc.) y costumbres (aquellas prácticas, actividades y expresiones recurrentes de un determinado conjunto de personas. Por ejemplo: expresiones artísticas, actividades económicas, tradiciones u otros relacionados).
En el censo de 2017, a pesar de no contar con una opción por defecto, 22.534 peruanos se autoidentificaron como nikkei y 14.307 como tusán. ¿Quiere decir que esos son todos los descendientes de japoneses y chinos en el Perú? La respuesta es no: más del 60% de nuestra población se identificó como mestiza, lo que puede incluir a la población asiático descendiente que convive en una mistura cultural.
Es posible que algunos asiático descendientes no tengan rasgos físicos, nombres o apellidos que los asocien a una etnia o cultura, justamente como producto del mestizaje, pero es posible que conserven muchas historias, tradiciones, idioma y costumbres heredadas de sus antepasados.
Como reflexión final, y de cara al Bicentenario, un primer paso desde las instituciones del Estado debe ser reconocer en textos escolares la historia de ambas migraciones como parte de la construcción de la república; pero, además empezar a utilizar las palabras tusán y nikkei en las comunicaciones y normativa oficial para hacer que más personas reconozcan su existencia, la comprendan, dejemos atrás esa mirada sutil y forjemos una sociedad cada vez más respetuosa de su diversidad.